Marte, la última frontera de la Curiosidad

Walter Cronkite

Cronkite fue uno de los periodistas estrella de la televisión estadounidense. Estuvo en todas. Y aún hoy es reconocido por los mayores como el rostro que transmitió la carrera espacial a los hogares. Algo así como el Jesús Hermida de Televisión Española.
Una de sus últimas apariciones públicas fue en la inauguración del Congreso Mundial del Espacio (Houston, 2002). A sus 85 años, y con toda una vida de reportero a sus espaldas, se dirigió a la audiencia y emocionado, agradeció haber tenido la oportunidad de narrar en directo “la más grande hazaña realizada nunca por la humanidad”: la llegada del hombre a la Luna.
La llegada de Colón a América o la llegada del Apolo XI a la luna son acontecimientos históricos que cambiaron nuestra percepción del mundo. Abrieron nuevas perspectivas y proporcionaron avances científicos y tecnológicos que mejoraron posteriormente nuestras vidas.
La pregunta es relevante. ¿Para qué vamos a ir a Marte habiendo tantos problemas aquí y ahora, en la Tierra?. Hay una respuesta y más que racional, es visionaria. Tiene parte de romanticismo y parte de audacia.
El espíritu explorador humano nunca ha cesado. Marte es el continente desconocido del siglo XV, o la luna del siglo XX. En el siglo XXI no hay otro lugar en el Universo suficientemente cercano que no hayamos explorado ya. Además está suficientemente lejos para poner el viaje a la altura de misterio y dificultad de los pioneros de la exploración. Nunca va a ser un viaje justificado económicamente, y será necesaria una gran voluntad política y económica para emprenderlo. Como los viajes de Colón al Nuevo Mundo.

El robot CURIOSIDAD (Curiosity en inglés) ha llegado a la superfície del planeta rojo gracias a una operación técnica extraordinariamente compleja. Para muchos, es un primer paso hacia la futura llegada de astronautas a Marte. Las misiones robóticas son la avanzadilla de la exploración en persona. Preparan el terreno, analizan si el terreno es habitable. Extraen muestras de la superfície y realizan con ellas experimentos científicos que nos permiten conocer mejor ese mundo extraño e inexplorado.
El espectáculo mediático que ha acompañado la llegada de este robot de la NASA me ha recordado a las sondas Viking. Por entonces, Joan Oró, un joven doctor catalán, hijo de panaderos, trabajaba en la Universidad de Houston. Pero retrodezcamos un poco. En 1964, cuando empezaba a desarrollarse el programa Apollo, se reunieron un centenar de científicos en Stanford, California para planificar la exploración del planeta Marte. En esa reunión participó el doctor Oró. Él propuso que las naves Viking, que debían posarse en suelo marciano, llevaran consigo un instrumento denominado cromatógrafo de gases, con el que había realizado su tesis doctoral. La propuesta fue aceptada, y junto con otros experimentos las naves Viking emprendieron viaje hacia Marte. Así fue que, con no poca polémica por el coste de la misión, la humanidad colocó su primer vehículo en Marte el dia 20 de julio de 1976, unos 46 años añtes aproximadamente que el hoy famoso robot Curiosidad. Una segunda nave llegó en septiembre. Uno de los experimentos del programa Viking consistía en analizar si había vida en el planeta rojo. Consistía en coger una muestra del planeta, tirarla en un recipiente de la propia Viking y someterla a reacción con unos productos reactivos. Los resultados iniciales dejaron estupefactos a los biólogos. La mezcla produjo una cantidad importante de dióxido de carbono marcado radioactivamente, lo cual no era ni más ni menos que una prueba experimental de la existencia de vida en la superfície de Marte. Los directivos de la Nasa hicieron pública la notícia desde el centro JPL de Pasadena (el mismo desde el cual se controla el robot Curiosidad).
Oró recuerda esos momentos en su biografía:
Cuando los biólogos empezaron a presentar los resultados todos nos quedamos boquiabiertos. Pero cuando mostraron la segunda diapositiva, con todos los ingredientes que habían intervenido en la mezcla reactiva, vi que el último de todos era ácido fórmico. Se me cayó el alma a los pies. Me di cuenta de que ese anuncio había sido un gran error. Yo sabía que aquéllo que se presentaba como un gran hallazgo no tenía nada que ver con la detección de vida, sino con un subproducto de las reacciones de oxidación del ácido fórmico. Lo había estudiado en mi tesis”.
A pesar de que la polémica científica continúa aún hoy día, el consenso posterior entre los científicos fue que la interpretación de Oró era válida. No podía descartarse la presencia de vida en Marte, pero tampoco afirmar que ésta se había descubierto experimentalmente. Y hasta hoy no hay datos suficientes ni concluyentes para decir que existe o que ha existido vida en la historia del planeta rojo. La duda persiste.
El robot Curiosidad no está dirigido directamente a responder esta pregunta, pero contiene gran cantidad de instrumentos que aumentarán nuestros conocimientos sobre Marte. Uno de ellos, un sensor de alta tecnología, ha sido desarrrollado en mi universidad, UPC Barcelona Tech.
Estemos preparados o no para nuevas sorpresas, la Curiosidad humana ha llegado a Marte para quedarse.


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